
Vivió entre algodones de luz,
tratado como un gran señor.
Recorrió muchos caminos,
encontró algunos infiernos,
atravesó un par de paraísos.
Su espada la forjó un dragón,
la armadura un regalo divino.
En su mano siniestra fuego,
en la diestra frío aterrador.
Un guerrero astral eterno,
equilibrado solo por el deber.
Su historia nunca será famosa,
pues su misión es silenciosa.
Pero no borrará sus huellas,
para que algunos pocos,
los que realmente vean,
encuentren la verdad,
la ambición real.
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