Todo tiene un final,
como encender un cigarrillo,
encenderlo y quiizas...
no alcanzar a disfrutar.
Mis ojos derraman lagrimas,
lagrimas de sangre,
en silencio, nadie sabe,
nadie sabra...
Ofuscado en la calida oskuridad,
tragando mis lagrimas,
esas que me recuerdan mi destino,
sangre amarga, sangre acida,
que corroe mi condenado corazon.
Otra vez en compañia de la soledad,
nuevamente en el techo del sanatorio mental,
disfrutando de la condena eterna,
disfrutando de mi locura,
la locura que me mantiene con vida.
Si a pesar de todo...
...es una bonita noche.
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