Profeta antediluviano cantaba al amor,
recitaba felices aventuras y desgracias,
miraba hacia la gran multitud expectante,
los seducía con una sonrisa embriagadora.
A cada espectador lo ve fijo a los ojos,
era como mermaba los velos de la gente.
Escogía el lugar para la semilla de duda,
las mentes humanas son terrenos fértiles.
Son tantos ciclos en la trayectoria tomada,
son tantos nombres que a veces los olvida,
son tantos cuerpos de una vida desmesurada,
son tantos mitos entre sus ojos y galaxias.
Desbordaba felicidad desde que cayó la clave,
Hécate se acercaba a su encrucijada maestra,
Hermes se entrena mejorando cuerpo y mente,
sabe que un sutil respiro traerá sus labios.
Algunas señales son como flechas al cuerpo,
complicidad consciente conecta a desconocidos.
Fugaces y pequeños roces dejan amable energía,
periplos de las almas que crecen placenteras.
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